Dostoiewski, F. (1866). Crimen y
Castigo. Recuperado de https://www.academia.edu/20450459/CRIMEN_Y_CASTIGO
CRIMEN Y CASTIGO
PRIMERA PARTE
En los primeros días de julio, en esa época tan calurosa
del año, salió un joven una noche de su cuartucho, situado en la calle S.,
descendió la escalera y, lentamente, con aire irresoluto, encaminóse hacia el
puente K...
Pudo ganar
la calle sin ser visto por su patrona.
Su
buhardilla, situada debajo del techo de aquella casa de cinco pisos, parecía
más bien un retrete que una habitación. La patrona, que también hacíale la
comida, ocupaba en el piso inmediato un departamento independiente. Por esta
circunstancia, para salir a la calle veíase obligado a pasar delante de la
cocina, cuya puerta, que daba a la escalera, permanecía casi siempre abierta de
par en par.
Cada vez que
tenía que hacerlo, el joven, experimentaba una sensación de embarazo y
malestar, de la que se avergonzaba, y la que le hacía fruncir el ceño. Estando
atrasa do en el pago, procuraba no enfrentarse con ella.
Esto no quiere decir que estuviese acobardado o
abatido, no; pero, desde hacía algún tiempo era tal su estado de irritación
nerviosa que rayaba en la hipocondría. Vivía a tal punto concentrado en sí
mismo y en un aislamiento tan completo que temía todos los encuentros, y no ya sólo
el de la portera. Agobiado por el peso de su miseria y su desamparo, terminó,
sin embargo, por no pesarle. Hizo abandono de las ocupaciones que en otro
tiempo le procuraron el pan cotidiano, y no se preocupaba por conseguir otras.
En realidad, no era por temor que huía de su patrona, cuales quiera que fuesen
los propósitos que pudiera abrigar contra él.
Pero detenerse en el rellano, prestar oído a la
eterna cantinela acerca de temas que no le interesaban en absoluto, oír luego
con insistencia amonestaciones sobre la obligación de pagar el alquiler, y sus
recriminaciones, sus quejas, y, lo que es peor, verse obligado a recurrir a
subterfugios, inventar excusas, mentir... No, más valía deslizarse silenciosamente
como un gato por la escalera y desaparecer sin ser visto por nadie.
Esta vez él mismo se asombró, cuando estuvo en la
calle, del temor de encontrar a su acreedora.
“¿Debo asustarme de semejantes pequeñeces cuando proyecto
un golpe tan atrevido? -se decía, sonriendo de un modo extraño-. Sí... Es cierto...
Todo está en las manos del hombre, y todo lo deja escapar, por cobardía... Es
un axioma... Me agradaría saber qué es lo que más temen los hombres... Dar un paso
hacia adelante, pronunciar una palabra de su propia cosecha: he aquí lo
que temen más que nada. Pero hablo demasiado... Y es muy posible que sea este
hábito mío de monologar el que me priva de hacer nada... Pero de igual modo
puede ser a la inversa: hablo mucho porque no hago nada. En efecto; llevo ya
mucho tiempo, meses quizá, monologando, acurrucado en un rincón días enteros, con
el espíritu perturbado por ideas raras. Vamos a ver: ¿por qué voy ahora allá?
¿Soy capaz de dar el golpe? ¿En realidad, es esto una cosa seria? No, no lo es.
Me estoy engañando con una ilusión, y esto me causa placer. Es una distracción,
sí, es más bien una distracción...”
Hacía en la calle un calor sofocante: la atmósfera
era casi irrespirable. El rumor de la multitud, la vista de la cal, los andamios,
los ladrillos, y ese olor particular tan conocido por los habitantes de San Petersburgo
que no pueden alquilar una casa de campo en el verano, todo contribuía a aumentar
la nerviosidad del joven. El insoportable olor de las tabernas y figones,
numerosos en esa parte de la ciudad, y los borrachos que a cada paso se
encontraba, aun siendo un día laborable, acabaron de dar al cuadro un
repugnante colorido.
Hubo un momento en que los finos rasgos del joven
reflejaron amargo disgusto. Su figura era, en efecto, atrayente: de bellos ojos
de un azul oscuro, cabello castaño, talla superior a la mediana, esbelto y bien
proporcionado. De pronto pareció quedar sumido en una profunda abstracción, o
más bien en una especie de letargo. Continuó avanzando sin reparar en lo que le
rodeaba, sin el menor deseo de ver nada, por otra parte. De vez en cuando, y
sin darse cuenta, se le escapaban algunas palabras, según su costumbre, como
acababa de reconocerlo. En aquel momento advirtió que sus ideas se embrollaban
y confundían, apoderándose de él una gran debilidad: hacía dos días que casi no
comía.
Eran tan miserables sus ropas que otro
cualquiera, a pesar de la costumbre, habría tenido reparos en salir de día con
aquellos andrajos. A decir verdad, ese barrio no era como para que causara
asombro una indumentaria como aquélla. La proximidad del Mercado del Heno, con
profusión de establecimientos de un ramo especial, y sobre todo la población,
formada por artesanos y jornaleros, amonto-nada en esas calles y callejuelas
del centro de San Petersburgo, daban al ambiente una animación tan múltiple que
no había motivo para sorprenderse por la presencia de una silueta más o menos
rara. Pero era tal el desdén que desbordaba del alma del joven que, a despecho
de una delicadeza que lindaba a veces con la candidez, era en la calle donde
menos que en cualquier otra parte sentía vergüenza de exhibir sus harapos. Otra
cosa hubiera sido de encontrarse con alguna persona conocida o con alguno de
sus antiguos camaradas, a los que en general no gustaba frecuentar. Sin
embargo, un ebrio al que conducían en un carro vacío tirado por un caballo le
interpeló al pasar: “¡Eh, tú! ¡Sombrerero alemán!”
1. Revise la lectura de referencia Delgado Moreno, M. (2018). Los momentos de la lectura comprensiva. Corporación Universitaria Iberoamericana, Facultad de Ciencias de la Salud.
2. A partir del texto incluido en la actividad de lectura inferencial reporte en su blog el resultado de las siguientes estrategias dispuestas para el momento después de la lectura:
- Formulación de nuevos interrogantes: Incluya como mínimo 3 nuevas preguntas que se haya formulado luego de la lectura del texto.
- Parafraseo: Elija uno de los párrafos del texto y enuncie con sus propias palabras el contenido de lo que se acaba de leer.
- Resumen: Exponga de manera sintética la información esencial del texto.
- Organizar la información en gráficos: Elabore un mapa conceptual que contenga la información más importante del texto. Solución
- ¿Por qué había sido despedido de su trabajo?
- ¿Cuánto tiempo lleva sin trabajo?
- ¿Quienes son aquellas personas que lo llamaron?
- En la calle estaba haciendo calor abrasadora, era tan sofocante que era casi imposible tomar aire y para agregar el ambiente en San Petersburgo era tedioso, salir a ver como las calles estaban llenas de inquilinatos donde se ve ropa tendida por toda la calle, olores extraños, cosas por todos lados, eso me llenaba de nervios, el hecho también de tener que encontrarme en cada esquina una taberna y un borracho saliendo de allí es un cuadro que de seguro todo el mundo amaría.
- El texto habla de un joven que no desea trabajar mas y que viven en un sector de la ciudad que no es agradable puesto que tiene que pagar una pequeña habitación y viste con ropas viejas, huye de la dueña del lugar puesto que lleva tiempo sin pagar el arriendo.